"Estaba más aislado que un náufrago sobre una balsa en medio del océano. Imaginaos, pues, mi sorpresa cuando, al romper el día, me despertó una extraña vocecita que decía:
- Por favor..., ¡dibújame un cordero!
- ¿Eh?
- Dibújame un cordero..."
Todos necesitamos una persona que nos dibuje un cordero.
Todos necesitamos a alguien que nos abra los ojos, que suelte el nudo de la venda que cubre nuestro rostro.
Los temibles baobabs invaden el planeta de nuestro corazón, sentimientos brotan sin ser llamados; debes estar atento a los que sin preguntar y ocultos bajo la bonita luz de una flor crecen y crecen y poco a poco destruyen nuestro pequeño planeta.
"[...] Y, tímidamente al comienzo, crece hacia el sol una encantadora briznilla inofensiva. Si se trata de una planta mala, debe arrancarse inmediatamente, en cuanto se ha podido reconocerla."
Hay veces que si los descubrimos a tiempo seremos capaces de arrancar esa bonita pero peligrosa flor a tiempo. Otras, cuando están a punto de invadir nuestro planeta, es necesario que un aviador nos dibuje un pequeño cordero.
"- Los baobabs, antes de crecer, comienzan por ser pequeños.
- ¡Cierto! Pero ¿por qué quieres que tus corderos coman baobabs pequeños?"
Puede que el cordero arranque de un tirón el baobab. Seguramente sentiremos un dolor fuerte y todo nuestro mundo se vendrá abajo de repente. Nuestro planeta se detendrá y bajo un leve suspiro una lágrima recorrerá nuestro alma. Pero debemos pensar que en el lugar del baobab brotará una rosa que inundará con su olor nuestros planeta.
Todos necesitamos un aviador que nos dibuje un cordero y nos ayude a luchar contra los baobabs. Que nos ayude a plantar bonitas rosas, que toque nuestro corazón y lo llene de luz.
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